37.
el balance, aquí en el vuelo de regreso, es este entonces:
que me dejé
llevar, con todos, mucho (de palabra): que volví a ver un montón de gente
vieja (incluida la apacible Inneke, figúrate, con sus patas
de gallina, ahora, cuando sonríe, y con su demostración de siempre:
vino
a agradecerme, al final, por mi poema de una vez: porque lo releí
allá en el Doelen, después de los arenques crudos, y la descarga del juglar, y luego de que
volviera la luz, arriba en la sala):
y que Octavio ya no es el de antes (como
yo, naturalmente, como todos): como Marie-Jo, por ejemplo, que perdió
su famoso sombrero negro, en Londres, en un museo (…):
38.
cuando el frisón (porque de un frisón se trataba, como iba a descubrir más tarde)
apareció en aquella casa de Capelle, alguien dijo que había un tipo, finalmente,
más pálido que yo:
soy un desastre, es cierto (y el director del Festival, en la Sala
Pequeña del Concertgebouw, cuando me palpó las mejillas, buscando carne, y
no encontró más que mis pómulos, se asustó mucho, y dio como un brinco,
y las retiró, sus dos manos, de prisa):
y también alguien dijo
que no tengo siquiera, yo, mis tres dimensiones: (siendo así
una especie de raya dura, trazada con un plumón):
44.
desaparecida la banda de belgas, con tambores y bastones, con los disfraces rojos y
amarillos
y verdes, de payasos conmemorativos y folclóricos (malos muchachitos que brincaban
por los pasillos, como caballos, como saltamontes, de noche: a los que espié, desnudos
y sarcásticos, de arriba a abajo, de un piso a otro del viejo Palace, haciéndose cosas ellos
entre sí), te admito que soy realmente un viejo, yo, si todos me abren, ingenuos,
el corazón desnudo:
luego de las dos tardes de bistecs, en el bulevar Revolucije, en el
Madera,
frente a la casa de Vasko Popa, como a la altura de la estación, con Lasse Söderberg,
con Janoš Pilinski, le tocó de nuevo a Tadeusz, cuando volvíamos en máquina, el 21,
llorar (en alemán) conmigo:
(porque solo piensan en hacerse joder, y nada más,
nada, pobrecitas, die armen, die kleinen Tiere, estas lindas señoritas de hoy en día):
37.
il bilancio, qui nel volo di ritorno, è poi questo:
che mi sono lasciato
andare, con tutti, tanto (a parole): che ho rivisto un mucchio di vecchia
gente (la quieta Inneke inclusa, immagina, con le sue zampe
di gallina, ormai, quando sorride, e con il suo testimone di sempre:
è venuta
a ringraziarmi, alla fine, per quella mia poesia di una volta: perché l’ho riletta
là al Doelen, dopo le aringhe crude, e la fanfara del cantastorie, e dopo che
è ritornata la luce, su in sala):
e che Octavio non è piú quello di allora (come
me, naturalmente, come tutti): come Marie-Jo, per esempio, che ha perduto
il suo famoso cappello nero, a Londra, in un museo (…):
38.
quando il frisone (perché di frisone si trattava, come dovevo scoprire piú tardi)
apparve in quella casa di Capelle, qualcuno ha detto che c’era un tipo, finalmente,
piú pallido di me:
sono un disastro, è vero (e il direttore del Festival, nella Sala
Piccola del Concertgebouw, quando mi ha tastato le mie guance, cercando carne, e
non mi ha trovato che gli zigomi, si è spaventato parecchio, e ha fatto come un salto,
e le ha ritirate via, tutte le sue mani, in fretta):
e qualcuno ha anche detto
che non le ho piú nemmeno, io, le mie tre dimensioni: (essendo cosí
una specie di striscia dura, tracciata con un pennarello):
44.
sparita la banda dei belgi, con i tamburi e le canne, con i costumi rossi e gialli
e verdi, da pagliacci commemorativi e folclorici (brutti giovinetti che saltavano
per i corridoi, come cavalli, come cavallette, di notte: che li ho spiati, disabbigliati
e ghignanti, su e giú, da un piano all’altro del vecchio Palace, a farsi le cose loro
tra di loro), ti ammetto che sono un vecchio davvero, io, se tutti mi aprono, incauti,
il cuore nudo:
dopo le due serate delle bistecche, in bulevar Revolucije, al Madera,
davanti alla casa di Vasko Popa, all’altezza circa del terminal, con Lasse Söderberg,
con Janoš Pilinski, è toccato ancora a Tadeusz, quando tornavamo in macchina, il 21,
di piangere (in tedesco) con me:
(perché pensano soltanto a farsi fottere, e niente altro,
niente, poverette, die armen, die kleinen Tiere, queste belle fanciulle dell’oggidí):
Edoardo Sanguineti (Génova, 1930-2010). Poeta, narrador y ensayista. Uno de los protagonistas de la neovanguardia italiana del siglo XX y fundador del Gruppo 63. Su obra poética ha sido recogida en las antologías Segnalibro (1982), Il gatto lupesco (2002), Mikrokosmos (2004), y Varie ed eventuali (2010). Autor, además, de las novelas Capriccio italiano (1963) y Il giuoco dell’Oca (1967), y de varios libros de ensayos. Postkarten, cuaderno al que pertenecen estos poemas, fue publicado en 1978.